El pensamiento narrativo: Una valoración crítica

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El pensamiento narrativo: Una valoración crítica
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1) Introducción

Tras el “giro lingüístico” producido como consecuencia del profundo interés de la filosofía analítica por el lenguaje, se produjo una extensión de dicho interés a la narratividad, categoría que se extendió desde los estudios literarios y la historia, a todas las humanidades, originando lo que podemos denominar como el “giro narrativo” y llegándose a finales del siglo pasado a una omnipresencia de las tesis narrativas en las ciencias sociales, hasta un extremo que fue calificado por Phelan como «imperialismo narrativo» (Hyvärinen 2006, 1).

En la década de los 80 del siglo XX, cobró enorme fuerza el enfoque narrativo a la hora de avanzar en la comprensión de problemas complejos como el de la identidad personal. En este trabajo, vamos a realizar una valoración crítica del enfoque narrativo en relación a este problema en concreto.

2) La cuestión de la identidad personal

Para profundizar en la cuestión de la identidad personal es importante entender el planteamiento que realizó John Locke en sus “Ensayos sobre el entendimiento humano”. Locke rechazó los planteamientos sustancialistas, consistentes en identificar a la persona con una sustancia no material, al estilo de la “Res Cogitans” de Descartes. El yo sustancial planteado por Boecio al decir “persona est naturae rationabilis individua substancia” (la persona es una substancia individual de naturaleza racional) llevaba necesariamente a situar la identidad de la persona en un alma inmaterial, lo que no concordaba con la visión de Locke. Éste, desde sus planteamientos empiristas, proporciona la siguiente definición de persona: «un ser pensante inteligente dotado de razón y de reflexión y que puede considerarse a sí mismo como el mismo, como una misma cosa pensante en diferentes tiempos y lugares, lo que tan sólo hace en virtud de tener su consciencia.»(Locke 1992, 337).

Para Locke, la persona no se reduce al ser humano biológico, e identifica lo específico de la persona con la consciencia, de manera que la identidad personal estaría fundamentada en la identidad de la consciencia. Este concepto de persona, a diferencia del concepto hombre (biológico) tiene una connotación ética. La persona es un agente inteligente al que se pueden imputar las acciones y su mérito; así, el concepto de persona es un término forense que designa un sí mismo consciente de sus acciones y por tanto con capacidad para ser sujeto del derecho.

Marya Schetcman en su libro “The constitution of selves” nos muestra las dificultades del planteamiento de Locke:

«The claim that personal identity is constituted by sameness of consciousness requieres interpretation. Locke’s critics are quick to point out the obscurity of phrases like “extending consciousness backward in time”, “repeating an idea as the same consciousness of present actions”, or “sameness of consciousness”» (Schechtman 1996, 107).

El planteamiento narrativo, en opinión de Marya Schechtman, hace posible superar las dificultades del planteamiento lockeano; según Marya, la persona crea su propia identidad mediante una narrativa autobiográfica, lo que permite dar cuenta de las limitaciones que presentan las tesis de continuidad psicológica:

«Unlike the psychological continuity theory, this view can explain our intuitions about the relations between personal identity and survival, moral responsibility, self-interest concern and compensation.»(Schechtman 1996, 93).

Ahora bien, creo que este planteamiento de Marya Schetchman, al anclarse en el de John Locke, está fuertemente condicionado por los aspectos fenomenológicos del yo empírico, pese a que señala que gran parte de la narrativa es implícita.

3) La perspectiva psicológica de la narratividad

Entonces, la pregunta que debemos contestar es: ¿cómo se percibe la persona desde la propia persona?. ¿Es aceptable la tesis de la narratividad desde una perspectiva subjetiva?
Galen Strawson en su célebre artículo “Contra la narratividad” define la tesis psicológica de la narratividad como:

«[N] uno ve, vive o experimenta su vida como una narración o una historia de algún tipo, o al menos como un conjunto de historias »(Strawson 2004, 31)

De acuerdo con esta definición, es suficiente identificar un número de casos de personas que no sientan su vida como una narración para aceptar los argumentos de Strawson según los cuales, desde una perspectiva psicológica, la tesis de la narratividad no se sostiene. La demoledora argumentación de Strawson, parte de identificar, de forma algo extravagante, dos formas distintas de experimentar el propio Yo, a las que llama Diacrónica y Episódica, pero en el fondo su argumentación se fundamenta en la tesis de que el Yo sólo se da en el presente, por lo que ni siquiera el Yo Diacrónico puede explicarse de forma narrativa. Así, Strawson dice:

«Soy muy consciente de que mi pasado es mío, en la medida en que soy un ser humano, y acepto totalmente que hay un sentido en el que tiene una especial relevancia para mí ahora, incluyendo una especial relevancia emocional y moral. Al mismo tiempo no tengo ninguna sensación de que yo estuviera allí en el pasado y pienso que es obvio que yo no estaba allí como una cuestión de hecho metafísica.» (Strawson 2004, 41).

Para G. Strawson, la narratividad objetiva requeriría una vida vivida narrativamente, es decir, una narratividad subjetiva que sólo se da en algunas personas. La crítica de Strawson muestra con claridad que muchas personas no sienten su vida de manera narrativa, por lo que los planteamientos objetivos herederos de las tesis de continuidad psicológica son difícilmente sostenibles desde posiciones fenomenológicas.

Ahora bien, en mi opinión, el que no sintamos nuestra vida como una narración no representa un argumento definitivo en contra de una estructura narrativa que sustente nuestra identidad personal, al igual de que el hecho de que no sintamos fluir nuestra sangre no significa que ésta no está llevando el oxígeno a las células de nuestro cuerpo. Se hace necesario, por tanto, ir más allá de planteamientos como los de Marya Schechtman (si bien, ésta ha modificado sus posiciones y argumentos posteriormente, su análisis queda fuera del alcance de este trabajo).

4) La narratividad tiene un indudable mérito epistemológico

El planteamiento narrativo tiene un indudable mérito desde la perspectiva de la epistemología de las ciencias sociales, considerando que la persona es el núcleo atómico sobre el que se constituyen todas las sociedades.
En efecto, si consideramos la definición de la sociología que hace Max Weber en sus “Conceptos Sociológicos Fundamentales”:

«Llamamos sociología aquí a la ciencia que quiere comprender la acción social mediante una interpretación de la misma, explicando por esa vía laccausa de su realización y sus efectos.» (Weber 2006, 77)

En esta definición podemos encontrar tres conceptos clave del enfoque epistemológico de Weber:

  • Enfoque científico
  •  La acción social es el objeto de estudio
  • Combina hermenéutica (interpretación) y causalidad

Sólo la perspectiva narrativa permite la objetivación de las personas que son sujetos, facilitando la comprensión (“verstehen”) de la sociedad. Lo subjetivo, aunque sigue siendo un singular sobre el que no podemos realizar juicios determinantes, se puede comprender de manera que el conocimiento sociológico es posible; la coherencia de las narraciones se facilita mediante la construcción de los tipos ideales weberianos, y es lo que permite la identificación de causas y sus efectos haciendo posible la sociología como ciencia y, por tanto, superando los límites de la hermenéutica entendida como mera interpretación.

 Para Mink hay tres modos de comprensión que son irreductibles uno a otro, siendo el concepto de narración relevante para el que denomina modo configuracional que es el que corresponde al conocimiento de la Historia:
«I shall call these the theoretical mode, categorial mode and the configurational mode. They are roughly associated with types of understanding characteristic of natural science, philosophy and history.»(Mink 1970, 549)

En mi opinión, la importancia epistemológica de las narraciones, como elemento fundamental para la “comprensión” tanto en el marco de los estudios sociológicos como los históricos, dota de valor epistemológico a la perspectiva narrativa de la identidad personal, pues nos permite la comprensión de los elementos atómicos que constituyen la sociedad así como sus relaciones. De alguna manera, hay una continuidad entre las narraciones de las personas y las narraciones de las estructuras sociales en las que estas participan, y esa continuidad además se da en el curso temporal de la historia.

Pero, ¿nos podemos conformar con el valor epistemológico de la tesis narrativa de la identidad personal?. Creo que no podemos conformarnos con el valor epistemológico de la tesis narrativa, teniendo en cuenta que nuestra pregunta es : ¿Qué es lo que sustenta y hace posible nuestra identidad personal?, entendiendo además la identidad personal con las cuatro características que señalaba Marya Schechtman: supervivencia, preocupación por el interés propio, compensación y responsabilidad moral.

Así, la comprensión de la sociedad tiene indudablemente una estructura narrativa, tal como expresa Arthur Danto en “Historical Explanation: The role of narratives” cuando señala el valor de las narraciones como forma de explicar los acontecimientos históricos, donde no sólo es necesario mostrar una secuencia de eventos, sino mostrar de manera coherente los cambios que se han producido:

«The only support so far given to the claim that stories, or narratives, are forms of explanation, is the pragmatic consideration that in certain contexts what people typically want and expect, when the need for explanation is felt, is simply a true story. So much is a factual matter, and presumably beyond controversy.» (Danto 1985, 233).

Louis O. Mink profundiza en el concepto de explicación narrativa en su artículo“History and Fiction as Modes of Comprehension” donde nos explica, convincentemente, la diferencia de una explicación, dada en el marco de un modelo teórico, de la comprensión que proporciona una narración al tomar una sucesión de eventos complejos y presentarlos como una única acción que somos capaces de entender:

«Aristotle ́s observation that a play must have a beginning , a middle , and an end is not a trivially formal description but a corollary of his principle that a drama is an imitation of a single action, that is, that both actions and mimesis must be capable of being understood as a single complex whole.» (Mink 1970, 548).

5) La perspectiva ética de la narratividad

La perspectiva ética de la narratividad remite, indefectiblemente a una perspectiva social de la persona, y a la importancia de la narración en las sociedades.
En efecto, si partimos de la definición de Kripke de que los nombres propios son designadores rígidos que se establecen por ostensión, parece claro que nuestra identidad queda fijada por la asignación de un nombre propio que es reconocido en la sociedad en la que habitamos; este nombre propio tiene, por tanto un fundamento histórico causal, y establece nuestra identidad en la sociedad.

Así, independientemente de nuestra perspectiva psicológica, la estructura social da continuidad a nuestra identidad desde el nacimiento hasta la muerte, y sigue dando continuidad después de la misma, cuando nuestro yo ha desaparecido. La existencia de un nombre propio implica, de manera automática, un sujeto para narraciones. La comunicación social, fundamentalmente verbal, adopta una estructura narrativa, por lo que percibimos a los demás directamente, pero también como sujetos de narraciones.

Esta identidad narrativa, de carácter social, permite fundamentar el derecho y la ética, dotando de continuidad a la identidad personal. Cuando nos pensamos como sujetos del derecho, o de una cuestión ética o moral , nos pensamos como sujetos de una narración. Pero, ¿cómo podemos pensar nuestras acciones?

Estoy de acuerdo con la tesis de MacIntyre de que no podemos descomponer de manera atómica nuestras acciones, ni podemos separar las acciones particulares del contexto y la intencionalidad que las producen: «porque un yo separado de sus papeles al modo sartriano pierde el ámbito de relaciones sociales donde funcionan o deberían funcionar las virtudes aristotélicas» (MacIntyre 2013, 253).

De alguna manera, podemos afirmar que las narraciones individuales, al reclamar un contexto, acaban articulando una red más amplia que incorpora todas las narraciones de todas las personas a lo largo de toda la historia de la humanidad. Es nuestra naturaleza de animales sociales que participamos en una red de relaciones que incluyen a todas las personas a través de toda la historia, lo que hace inteligible nuestra identidad personal, superando las deficiencias de la identidad personal basada en la continuidad psicológica: «No hay forma de encontrar mi identidad, o mi carencia de ella, en la continuidad o discontinuidad psicológica del yo. El yo habita un personaje cuya unidad se produce como unidad de un personaje.» (MacIntyre 2013, 267).

Para que nuestras intenciones se puedan dar, y podamos convertirlas en acciones de las que nos hagamos responsables, es preciso movernos en un mundo inteligible. Es la noción de inteligibilidad lo que exige una estructura narrativa que nos de el contexto necesario para ello; de alguna manera el propio concepto de identidad personal no es inteligible sin considerarlo dentro de un haz de conceptos indisolublemente ligados:

«Los conceptos de narración, inteligibilidad y responsabilidad presuponen la aplicabilidad del concepto de identidad personal, del mismo modo que éste presupone el de ellos, y en realidad cada uno de ellos presupone el de los otros dos.» (MacIntyre 2013, 269).

En mi opinión, la crítica de Strawson, totalmente efectiva en relación a la tesis psicológica de la narratividad, fracasa en relación a la perspectiva ética en la medida que se realiza casi exclusivamente manteniendo como premisa la propia perspectiva psicológica, e ignorando completamente el carácter esencialmente histórico–social de las tesis de MacIntyre. En efecto, aunque desde una perspectiva psicológica yo me perciba como episódico, o rechace la idea de la narratividad, estoy inserto necesariamente en una red de relaciones interpersonales y sociales que sólo son inteligibles mediante el uso de narraciones, aunque estas se hagan de forma implícita. Es la inteligibilidad lo que exige la tesis narrativa de la identidad personal; ahora bien, de ésta no se sigue la validez ontológica de la tesis narrativa, máxime teniendo en cuenta que hereda alguna de las dificultades de los planteamientos objetivos basados en la continuidad psicológica.

6) La perspectiva ontológica de la narratividad

En efecto, cuestiones como la supervivencia, requieren ir más allá y tratar de sustentar la identidad personal con un criterio ontológico. Para reflexionar sobre la tesis de la identidad personal desde esta perspectiva ontológica, es conveniente partir de la argumentación de Derek Parfit en su libro “Razones y personas”.

Tal como señala Alfonso Muñoz en su artículo “El yo narrativo y la relevancia de “Contra la Narratividad” de Galen Strawson”, el reduccionismo es el marco ontológico común a todos los partidarios del planteamiento objetivo, y se da por supuesto en la argumentación de Parfit.

Ahora bien, sabemos que el atomismo generativo es el mecanismo explicativo inherente a este enfoque reduccionista, y consiste en tratar de entender los componentes elementales o átomos, para después ver cómo dar cuenta de todas las cosas partiendo de la comprensión atómica. Este concepto está tras los planteamientos de Derek Parfit que reduce la totalidad del mundo a los hechos físicos y a los hechos psicológicos asociados con éstos, hechos que constituyen las entidades atómicas que hacen posible la construcción del planteamiento objetivo.

Sin embargo, las dificultades del atomismo generativo para dar cuenta de los sistemas complejos, así como el progreso de las ciencias de la computación y la teoría de sistemas, han llevado a la elaboración del concepto de emergencia diacrónica, que cuestiona el atomismo generativo incluso en el ámbito de la física. En efecto, el atomismo generativo no debe considerarse como una premisa inatacable, tal como señala Humphreys:

«But this succes of generative atomism and its cousins is methodological. The principles of generative atomism are not necessary a priori methaphysical truths, and having enjoyed their status as received wisdom on the basis of their past empirical successes, they must be rejected as universal methods if the scientific evidence shows that they are empirically or theorethically unsuccesful in a number of currently well- established domains» (Humphreys 2016, 26)

La utilización de los conceptos de la teoría de sistemas junto con el concepto de emergencia ontológica diacrónica que sostiene Humphreys, nos muestra un camino posible para tratar de superar las limitaciones asociadas con la posturas reduccionistas de tipo fisicista. Así, es posible definir un programa de investigación que, caracterizando a la persona como un sistema complejo, explore las posibilidades de la tesis narrativa de la identidad personal para la fundamentación ontológica de la misma. Por ejemplo, podemos partir de las tesis de la escuela de Chomsky acerca de la existencia de una sintaxis universal, que es de carácter innata, independiente de todas las lenguas habladas y común para todos los seres humanos; si esta tesis, hoy controvertida pero no refutada, resultara correcta, tendríamos un importante argumento para mostrar el carácter constitutivo del lenguaje para los seres humanos.

Si, como dice Mariano Rodriguez, la subjetividad no es reductible a lo objetivo, el lenguaje podría jugar un papel de puente ontológico entre nuestra naturaleza objetiva (tanto biológica como social) y nuestra naturaleza subjetiva, resultando en un componente ontológico fundamental de lo que significa ser humano; indudablemente tenemos sensaciones, que en ocasiones no sabemos explicar, pero también estamos insertos en un sistema de relaciones que nos define a la vez como sujetos y objetos, y cuya esencia es el lenguaje que hace posible la sociedad en la que estamos insertos.

Tal como señala Alfonso Muñoz en su artículo, «sin duda el debate en torno a las teorías narrativas de la identidad aún tiene mucho camino por delante»(Muñoz Corcuera n.d., 27) , sin embargo, aunque estoy de acuerdo con Muñoz Corcuera de que el camino es tratar de conciliar la perspectiva social con la fenomenológica, creo que hay que superar los planteamientos anclados en el empirismo, o los puramente fenomenológicos, y avanzar desde planteamientos de carácter ontológico para, posteriormente, someterlos a crítica desde las perspectivas tanto social como fenomenológicas.

Una posibilidad para progresar en esta línea, es el enfoque de Fleur Jongepier que en su conocido artículo “Towards a constitutive account of implicit narrative”, propone cambiar la pregunta fenomenológica: ¿cómo nos experimentamos a nosotros mismos como yoes (o como nosotros mismos)? (que es la pregunta que ha recibido más atención hasta ahora) por la pregunta constitutiva: ¿qué hace que nuestras experiencias sean inteligibles y coherentes en primer lugar?. La pregunta constitutiva es de carácter ontológico y se ancla en la tesis de Kant que distingue el yo empírico, presente en toda experiencia, del yo trascendental, que es condición necesaria para que toda experiencia sea posible:

«Kant famously draws a distintion between empirical or experiential accounts of the self on the one hand, and the self as a necesary condition for the experience on the other. The latter , Kant points out, though not itself present in experience, is nonetheless present as a condition that makes experience posible.» (Jongepier 2016, 5-6).

En base a esta distinción, Fleur hace una propuesta que ella misma reconoce que está insuficientemente desarrollada:

«In this paper I have sketched an alternative view of implicit narrativity, one that is not a phenomenological or psychological account of how we experience or think of our- selves, but rather a constitutive account of what makes our experiences possible and intelligible in the first place. I have argued that the coherence and intelligibility of our experiences is due to the fact that they are anchored in a larger, diachronic context, which I have suggested takes an importantly embodied as well as a narrative dimension. Implicit narrativity, as I have described it, is not marked by a certain sense of ‘my life as a whole’, not even of a shadowy kind, but rather by an absence of self-directed experiences.» (Jongepier 2016, 15).

El problema es que el contexto diacrónico que propone va más allá de la persona como unidad encarnada, y es la propia narración la que articula un contexto diacrónico más amplio de naturaleza social, remitiéndonos al problema de conciliar las dimensiones psicológicas y sociológicas de la persona.

Una segunda posibilidad, que para mí es más prometedora, es partir de la filosofía desarrollada por Ricoeur en el marco de la filosofía continental y sus esfuerzos de hacer compatibles la hermenéutica y la fenomenología. En primer lugar, quiero señalar que Ricoeur puso claramente de manifiesto la radical insuficiencia de la argumentación de Parfit, al señalar que enfrentó su posición reduccionista de manera ingenua tan sólo al dualismo cartesiano, ignorando otras ontologías posibles. Por otra parte, en su obra “Tiempo y narración” , aunque se subtitula “Configuración del tiempo en el relato de ficción” hace unos desarrollos sobre los que creo posible construir un planteamiento ontológico sobre el problema que nos ocupa. En efecto, si nos movemos como criaturas en un cosmos que evoluciona con el tiempo, la forma en que el tiempo se incorpora a nuestra condición de sujetos, tiene una estructura esencialmente narrativa. Si aceptamos, con Heidegger, que el lenguaje es la casa del ser, nuestro ser se manifiesta de manera narrativa, aunque esa narración sea implícita, de hecho tan implícita que nuestro yo no la identifica psicológicamente.

Ricoeur, en su tesis conocida como la triple mímesis nos muestra como la narración es capaz de empaquetar estructuras temporales en una estructura intemporal dotada de un sentido que ha planteado su autor; de alguna manera, el tiempo pasado sólo se encuentra en la narración donde ha quedado atrapado; ahora bien, el sentido de la narración no es único, sino que vuelve a ser aportado por cada lector, que puede reinterpretarlo……este proceso de prefiguración, configuración y reconfiguración me parece un punto de partida muy interesante para la formulación de una tesis ontológica de la identidad personal que conciliara la perspectiva fenomenológica y la social.

7) Conclusión

La perspectiva narrativa de la identidad personal tiene un indudable interés epistemológico cuando queremos comprender las personas de manera objetiva, lo cual es inevitable en las ciencias sociales, incluyendo la psicología.

Sin embargo, cuando queremos comprender desde nuestra propia subjetividad nuestra identidad, la perspectiva narrativa se muestra radicalmente insuficiente y los argumentos de G. Strawson adquieren toda la fuerza…..de alguna manera, es como el problema de los qualia y de la consciencia en filosofía de la mente. La forma única en que construimos nuestra visión del mundo (Weltanschauung) sólo se puede comunicar de manera narrativa de una forma parcial y no es posible una constatación empírica de que somos narrativos, tal como plantea G. Strawson.

Ahora bien, cuando nos planteamos la compresión radical de nuestro ser como personas, la perspectiva narrativa vuelve a aparecer a causa de la importancia capital del lenguaje y del tiempo en la comprensión de nuestra esencia antropológica. El concepto de narrativa implícita y la idea de narración encarnada son tesis prometedoras que veremos desarrollar en el futuro, junto con la perspectiva innatista del lenguaje que mantienen filósofos como J. Fodor y N. Chomsky. Por otra parte, el concepto de narración como mecanismo que atrapa el tiempo y el alma humana, definido en el marco de la filosofía continental es una línea que consideramos fundamental para avanzar en las tesis narrativas de la identidad personal.

Bibliografía

Danto, Arthur. Narration and Knowledge. 1985.
Humphreys, Paul. EMERGENCE: A philosophical account. New York: Oxford University Press, 2016.
Hyvärinen, Matti. Towards a Conceptual History of Narrative. University of Tampere, 2006.
Jongepier, Fleur. Towards a constitutive account of implicit narrative. 2016.
Locke, John. Ensayos sobre el entendimiento humano. Mejico: F.C.E., 1992. MacIntyre, Alasdair. Tras la virtud. Barcelona: Austral, 2013.
Mink, Louis O. History and fiction as modes of comprehension. 1970.
Muñoz Corcuera, Alfonso. El yo narrativo y la relevancia de «Contra la Narratividad» de Galen Strawson.
Parfit, Derek. Razones y personas.
Ricoeur, Paul. Tiempo y narración. . Madrid: Siglo XXI, 1995.
Schechtman, Marya. The constitution of selves. Ithaca, New York: Cornell University Press, 1996.
Strawson, Galen. Contra la narratividad. 2004.
Weber, Max. Conceptos sociológicos fundamentales. Madrid: Alianza editorial, 2006.

By | 2019-02-11T11:00:33+00:00 febrero 11th, 2019|Epistemología|0 Comments

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